Donde el Eco de Sarmiento Se Funde con las Alas de la IA: El Amanecer de una Nueva Era Educativa para el Alma de CABA
Soy Federico Faustino González. En la resonancia de mi segundo nombre, "Faustino", encuentro no solo el eco de un titán de nuestra historia, sino un llamado, una impronta que define mi destino. Hoy me presento ante la vibrante metrópolis que es Buenos Aires, ante cada porteño, como candidato a legislador por "Remedios para CABA". Pero, más allá de un título político, soy un profesor universitario que ha entregado cuatro décadas de su vida al crisol de la enseñanza. Soy un estratega de ideas, y mi visión se posa, con quirúrgica precisión, en el corazón mismo de nuestro devenir: la educación.
Contemplo mi ciudad, CABA, en su esplendor y su perpetuo movimiento, y reconozco sus heridas, sus clamores por sanación en innumerables esferas. Pero si hay una que grita por redención, por una intervención audaz y valiente, es sin duda nuestra educación. Por demasiado tiempo, hemos sido testigos de un letargo, una parálisis conceptual que ha impedido la gestación de ideas verdaderamente transformadoras. Aunque la pasión de nuestros docentes arde incansable, las condiciones sistémicas no permiten florecer la excelencia que alguna vez distinguió a nuestra nación.
Es en este desafío existencial donde mi mirada se eleva hacia la figura de un prócer ineludible: Domingo Faustino Sarmiento. Su genio forjó los cimientos culturales y educativos de nuestra Argentina. Un legado monumental que, para muchos, representa una sombra del pasado. Para mí, es la estrella polar. Aspiro a ser un humilde, pero resuelto, discípulo de Sarmiento en el siglo XXI. Y me pregunto, con la urgencia que el presente nos impone: si Sarmiento estuviera hoy entre nosotros, con su visión pionera, su irrefrenable sed de progreso y civilización, ¿cuál sería su mandato? La respuesta, vibrante e ineludible, resuena como un clarín: ¡Él llevaría la Inteligencia Artificial a cada escuela!
Esto no es meramente una nueva tecnología. La Inteligencia Artificial es la vanguardia científico-tecnológica de nuestra era, un catalizador del intelecto humano, el viento que insufla alas al pensamiento. Imaginen la magnitud de este potencial: un profesor, un mentor, un tutor disponible las 24 horas del día, los 365 días del año, accesible en la palma de la mano. Un ser de silicio que no solo imparte conocimiento, sino que entabla un diálogo socrático, teje preguntas que despiertan la reflexión, que pulen la mente. Esto forja una habilidad crucial: la inteligencia conversacional, la capacidad de pensar en el intercambio, de construir el saber a través del diálogo.
Sé que hay quienes observan esta nueva fuerza con aprehensión, quienes susurran que deshumaniza o que adormecerá la mente. ¡Nada más alejado de la verdad! Bien empleada, la IA se convierte en una crisálida de la cual emerge un pensamiento más agudo, más profundo. No restará valor a nuestros docentes; por el contrario, los liberará del yugo de lo rutinario, permitiéndoles elevarse, desplegar sus propias alas de pensamiento hacia la creatividad, la mentoría personalizada y la inspiración.
Mi propuesta es audaz, es revolucionaria: declarar la Inteligencia Artificial de interés público y de interés educativo para nuestra Ciudad. Y no me detengo en la mera declaración: mi voluntad es implementarla en cada currícula, desde las salas de preescolar hasta el último rincón de la educación formal. Esta herramienta poderosa no solo debe habitar las aulas, sino perme ar la vida diaria, los hogares, las bibliotecas. Y con una convicción inquebrantable que me impulsa, declaro, sin eufemismos, que la llevaré a los bastiones de la mayor carencia.
He caminado por nuestras villas, he compartido con madres y niños sus sueños y sus desafíos. Y sus palabras resonaron en mi alma: "Tenés que venir a enseñarnos a nosotros también". ¡Por supuesto que sí! La IA no es una antítesis del aprendizaje tradicional; es su más poderosa complementariedad. Con ella, se puede dominar la lectura más rápido y, al mismo tiempo, abrazar las nuevas fronteras del conocimiento. Hemos sido testigos de cómo los propios niños se convierten en apóstoles de este saber, propagándolo como un virus... sí, un virus de la esperanza, del progreso. Les muestro cómo la IA puede ser una herramienta para construir currículums que abran puertas, para descifrar el mercado laboral, para trazar un camino digno. Les ofrezco una herramienta para ascender, para construir, no para descender en la espiral de la desesperación.
Pero la revolución que propongo no se detiene en el saber académico. La educación es un pilar económico ineludible. No es suficiente con enseñar a pescar; debemos enseñar cómo se construye una fábrica de pescado. El propio presidente Javier Milei se refirió a esta conocida máxima, aludiendo a que "A la gente no hay que regalarles el pez, sino enseñarles a pescar", para luego añadir, con visión: "Además, les voy a enseñar a hacer una fábrica de pescado". Sin embargo, esas palabras, hasta el momento, no han trascendido la retórica. Yo, Federico González, estoy aquí para concretar esa audaz declaración. Mi compromiso es transformar la declamación en acción, la promesa en realidad tangible. Argentina clama por emprendedores, pues sin ellos, el motor del trabajo se detiene. Es imperativo fomentar las vocaciones empresariales desde el seno del Estado, inculcarlas desde los primeros años. El emprendedurismo no es un refugio de individualismo egoísta. Nuestros jóvenes, en su esencia, son arquitectos de lo cooperativo, forjando proyectos en comunidad. Con el emprendedurismo, con la creación de empresas, se forja el alimento, se rescata a los jóvenes de las calles, se les arrebata de las garras de la droga. Es una causa fundamental, un imperativo moral: crear focos de educación, de desarrollo, en los barrios más humildes, sembrando allí la semilla indomable de la civilización.
Esta revolución educativa, que abraza el emprendedurismo como una de sus ramas vitales y la educación financiera como otra, se cimenta en un pilar infranqueable: un ejército. Un ejército de docentes. Ellos son el núcleo, la vanguardia de esta transformación. Necesitamos ideas, sí, ideas grandiosas, pero sobre todo, la capacidad férrea de implementarlas, de pasar a la acción. Estoy profundamente convencido de que podemos gestar una revolución educativa en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con la inteligencia de los pocos recursos, maximizando cada inversión.
Mi visión se traduce en una triple mirada para la educación: la excelencia académica, la salida laboral robusta y la capacidad de crear empresas. Aspiramos a que nuestros hijos no solo accedan a los mejores empleos, sino que también comprendan que son capaces de forjar su propio destino, de erigir donde antes solo existía el vacío. Esto es la savia de la nación, la energía positiva que nos impulsará. Elevar el nivel educativo, el coeficiente de conocimiento de la ciudad, es un beneficio que irradia a todos, que nutre un mercado de conocimiento e innovación sin precedentes.
Mi compromiso es tan profundo como la misma ciudad. Quiero reivindicar el legado de Sarmiento, no como una reliquia, sino como una antorcha que ilumina nuestro camino. Quiero que en cada niño de CABA, en cada joven, crezca un destello de ese fuego interior. Quiero que el conocimiento no sea solo una herramienta, sino la más pura y absoluta forma de libertad. Es un desafío inmenso, fácil de pronunciar, arduo de ejecutar, pero que debe ser abordado con la misma determinación con la que un río busca el mar. Me comprometo a hacerlo. Comenzará en CABA, pero este modelo de focos de desarrollo, de apostar al emprendedurismo con las alas de la IA, debe ser un faro que se exporte a otras provincias. Que Argentina entera pueda, finalmente, despegar hacia su horizonte más prometedor.
Esta es mi visión. Esta es mi pasión. Esta es mi promesa. Una revolución educativa que fusiona el legado inmortal de Sarmiento con la vanguardia transformadora del siglo XXI, que lleva la Inteligencia Artificial y el espíritu emprendedor a cada rincón, a cada hogar, para que cada porteño, cada argentino, tenga las alas para volar.